Deseo de estrellas
La luna es un cristal esmerilado bordeado por un delgado párpado de plata. Un ojo de cíclope lejano que mira hacia la tierra. En el campo nocturno, como semillas plateadas que nunca germinaran, yacen las estrellas sembradas . Hace siglos que están allí, guardando distancia entre sí, lejos, conservando las constelaciones ya catalogadas. Ninguna confusión cabe en la ordenada sucesión de fases, ningún contacto entorpece la lenta trayectoria estipulada.
El campo terrestre, de noche, también tiene luminarias: luciérnagas que flotan en el aire, ojos brillantes que entre malezas se arrastran, la fosforescencia de alguna antigua tumba, la espuma incandescente del mar, brillantes peces, luminosas algas. También ellas titilan. Están, se van, cambian de rumbo, se chocan entre sí, atropellan, matan, se abrazan, se lastiman, se lamen, se fecundan. Frágil equilibrio. Todo ocurrirá quién sabe cómo, cuándo y en qué orden. La tierra y su mar atrapan. Por eso, cuando toda caricia me duela, me esconderé del mar y de la tierra. Ese día, mientras agonizo, miraré solamente las estrellas. Quizá el cielo me regale todavía, algún cometa.
Etiquetas: Textos
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